Para no equivocarse en Madrid

Inmortalizar los mejores momentos de las catedrales de la vida.

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De Javier de las Muelas aprendí la importancia de significar las experiencias en esos míticos templos que su nombre provoca veneración y respeto, las catedrales de la vida.
  [caption id="attachment_47798" align="aligncenter" width="500"]Dry Cosmopolitan Los 5 Mejores Dry Cosmopolitan[/caption] A Javier de las Muelas, le debo su singular mirada sobre lo que llama catedrales de la vida. Conversamos para los5mejores y aprendí la importancia de significar las experiencias en esos míticos templos que su nombre provoca veneración y respeto. Tabernáculos gastronómicos donde un trago o un plato han extasiado a más paladares y provocado más satisfacciones y alegrías que las maternidades de medio mundo. Santuarios gastronómicos eternos, diseñados con la pasión de un ADN único y toda una vida dedicada con mucho cariño a soñar cada rincón. Parroquias moldeadas también por risas, sonrisas y palabras de amor, por recuerdos de besos únicos que un cóctel y su medio ambiente lograron. Empresas soñadas, sueños cumplidos, primeros encuentros, últimas despedidas. Miles y miles de los mejores momentos de nuestras vidas convertidos en recuerdos imborrables... ligados inseparablemente a esas catedrales de la vida. Porque gran parte de lo mejor de nuestras vidas sucede en ellas. Es la liturgia cotidiana de estos templos creados con nuestras vidas. Slice of life, un concepto inglés que define una manera de hacer publicidad o cine y concreta a la perfección de qué están hechos estos templos de la vida. Mis tesis eran solo físicas: compartir, vivir, amar el paraíso terrenal. No buscaba la química del lugar ni disfrutar del espíritu que habita en ellos. Locales donde impregnarse de todo lo que te rodea y no solo materia gastronómica. Hablamos de espíritu. Establecimientos cargados de feeling creador de experiencias, de refinamiento, de detalles que atesoran sensibilidad y cálidas vibraciones. La pasión y la razón. La emoción del producto consumido y la emoción de estar integrado en un medio ambiente excepcional. Siempre he dicho que el mejor dinero invertido en la vida es el de compartir con amigos/as y familia una copa de vino. Hay que aprovechar esos momentos únicos, saberlos distinguir y disfrutarlos a tope, porque en eso consiste la felicidad. La felicidad con mayúsculas no existe, no la busque que ¡no existe! No me importaba el lugar donde compartir porque la magia del encuentro aparece cuando menos se la espera. Qué comer, beber y con quién y punto. Me faltaba esta “mirada espiritual” clave sobre esos lugares de culto. Valorar ese momento en ese lugar, disfrutar de la unicidad que atesoran esos templos divinos. Un valor añadido espiritual, casi místico… la emoción de la singularidad que aporta un centro de culto venerado por generaciones, que ven en él un referente mundial. Por cierto, no veo exagerado utilizar metafóricamente nombres ligados a edificios religiosos, para denominar estos espacios. La palabra monasterio que procede del latín monasterium y fue creada por los monjes, precisamente para vivir en comunidad. Por eso hay catedrales con claustro y sala capitular. Además en castellano y otros idiomas españoles, se denomina seo a la catedral, es decir, sedes de la vida. La palabra templo designa un edificio sagrado, si le añadimos comillas (“sagrado”) y utilizamos el sinónimo venerable estamos muy muy cerca. En fin, esto no es un alegato al arte de vivir, o sí. Se trata de valorar un momento de consumo extraordinario. Pararnos a mirar con otros ojos una experiencia única. Detenernos a descubrir cómo estos templos de la vida se comunican con nosotros, valorar esa energía que el tiempo ha mejorado e inmortalizar el recuerdo de un lugar inmortal. Honestamente carecía de esta mirada sensible, singular y humanista. No buscaba descubrir el espíritu que habita en ellos, ni el arte que atesoran, ni la emoción que significa pedirse el cóctel de la casa e impregnarse de todo lo que te rodea. Mirar la ciudad por esa ventana… poner en valor esa experiencia única y dar las gracias por poder disfrutar de ese momento mágico en esa catedral de la vida.   Alfredo Franco Jubete. [caption id="attachment_49967" align="alignleft" width="600"]Dry Martini, 1978. La otra catedral de Barcelona. Dry Martini, 1978. La otra catedral de Barcelona.[/caption]  

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