Para no equivocarse en Madrid

No jalarse una rosca.

EDITORIALES -TENDENCIAS-, LA BOCA MAGAZINE, TAPAS DE LETRAS











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"Desde que descubrí que harto de no jalarme una rosca, mi diversión en la vida sería no dejar de aprender a hacerlo, soy más feliz. Fuera del trabajo, dedico mi vida a este hobby, comerme el mayor número de roscas posibles". En fin, esto me lo decía hace años un cliente, un soltero vocacional, que sigue feliz  dedicándose a “las roscas” rubias y morenas. A mí sin embargo me cansan menos las de Tierra de Campos, las roscas o rosquillas de palo. Un nombre ajeno al asunto que nos ocupa y al triple sentido metafórico que el palo tiene en estas líneas anteriores. Mejor nos quedamos con un nombre que procede de la similitud con el que forma parte de los árboles. No comerse una rosca es una metáfora sexy, pero también se aplica al fracaso en general y no solo en el ligue y el sexo. El fracaso por no conseguir los objetivos que uno desea, sean estudiantiles, laborales, comerciales, empresariales o gastronómicos. [caption id="attachment_52883" align="aligncenter" width="250"]Rosquillas de palo. Tierra de Campos Palencia. Rosquillas de palo. Tierra de Campos Palencia[/caption] La expresión se deriva de una tradición cultural de los diferentes pueblos de España. Procede de muy atrás, de las fiestas religiosas coincidentes en el calendario con las relacionadas con el sol, con los solsticios de invierno o primavera. Los etruscos ya confeccionaban roscos como dulces metáforas solares. Es más, el círculo solar representado en una rosquilla es precristiano e introducido en España por el islam. Pero la Iglesia siempre unió las conmemoraciones religiosas con el calendario de celebraciones paganas, para incrementar el interés por las fechas /fiestas y perdurar mejor en el tiempo. Y más, en los conventos, siempre tuvieron en el santoral el calendario del hortelano: la poda de la parra en San José; la siembra de perejil en Viernes Santo, la siembra de habas en San Lucas. Y en la cocina, como sabemos, las oraciones fueron reloj para conseguir el punto deseado a cocciones y horneados. Hoy en romerías y festejos populares se siguen elaborando rosquillas, roscas y roscos fritos u horneados. Hace muchos años, era tradición y costumbre en muchos pueblos de España, que las jóvenes elaboraran y ensartaran estas roscas en un junco para regalarlas al mozo o mozos que más le gustaban. Y las jóvenes casaderas que no las hacían en casa, compraban un junco para que los mozos se las solicitaran como previa y divertida insinuación para romper el hielo y charlar con ellas. El obsequio o agasajo era interpretado por ellos como un salvoconducto para el cortejo, para poder acompañarlas o ligar que diríamos ahora. Si no había presente, si no había rosca de regalo, si no se comían ninguna, era un pequeño fracaso. Bueno, o grande, cada cual con su situación, su chica favorita y su manera de pensar. Esta derivación conceptual acabó en nuestros días, principalmente como una metáfora de fracaso amatorio. De modo que aquella rosquilla inocente, más cercana a un juego festivo de mozas y mozos, derivó en no jalarse una rosca. [caption id="attachment_68194" align="aligncenter" width="250"]Rosquillas castellanas. Los 5 Mejores Rosquillas de Sepúlveda[/caption]   Alfredo Franco Jubete.

LA BOCA MARKETING & COMUNICACIÓN, S.L. | EDITOR: Alfredo Franco Jubete

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