Para no equivocarse en Madrid

Comer carne de tu propia tribu fue el primer tabú en inglés

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Según Borges, fue el capitán James Cook (S. XVIII), quien reclamó para Inglaterra las costas de Australia y las Islas de Hawái, el que introdujo la palabra tabú en el idioma inglés. Según parece, la tomó de una tribu de caníbales de Nueva Zelanda, que consideraban que comer carne de su propia tribu era “taboo”. Una inexcusable prohibición. Sin embargo, no lejos de allí, las mujeres aborígenes de Australia central, alimentaban a sus hijos con todo cariño y los mejores alimentos, pero se los comían en períodos de carencia, de sequía, cuando el hambre era insoportable para ellas. La costumbre parece que era comerse uno de cada dos. En fin, comer tu propia descendencia, la sangre de tu sangre. En definitiva, “comerte a ti mismo”, demasiado espantoso  para nuestra cultura, nuestro mundo y nuestro tiempo. [caption id="attachment_56818" align="alignright" width="250"]Musculo grueso de la entraña. Entrécula o pito. Musculo grueso de la entraña.[/caption] Pero sin embargo en nuestra cultura y hace unos siglos, no les daba reparo comer ciertas carnes con el objetivo de "curarse". A lo mejor era simplemente una excusa para comer. No carne, cualquier cosa que les hiciera mantenerse vivos y en pie. Esto escribía Enrique de Villena en su  Arte Cisoria. “Además de estas cosas, que se comen por vianda, mantenimiento y placer de sus sabores, se comen otras por medicina, como carne humana para las quebrantaduras de los huesos y carne de perro para calzar los dientes, carne de tejón viejo para curar el espanto y temor de corazón, carne de milano para quitar la sarna, carne de abubilla para aguzar el entendimiento, carne de caballo para hacer esforzado al hombre, carne de león para ser temido, carne de cebra para quitar la pereza… las ranas para el hígado, las culebras para el herpes, los grillos contra la próstata”. En cuanto pueda se lo digo al abuelito para que se cure de sus males, aunque ya tengo una idea a dónde me va a mandar, claro. No obstante, la recomendación que más me gusta es la de "calzar los dientes". Qué fantástico concepto. ¿Y tú cómo te calzas los dientes? Vamos que se lo dices a un amigo así a cara perro y le deslumbras. Te pide la luz de cruce de inmediato.   Alfredo Franco Jubete.

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