Para no equivocarse en Madrid

Me voy a forrar a ajos.

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Me voy a forrar a ajos. [caption id="attachment_42980" align="aligncenter" width="400"]Los primeros ajos negros españoles. Los primeros ajos negros españoles.[/caption] Lo crudo como contraposición a lo cocido. Aquello no cultural. Esto, el fundamento de la humanidad a través del fuego que tan bien contó Claude Lévi-Strauss. El fuego transforma lo mejor de la naturaleza en algo diferente. Y el individuo, omnívoro, cuya su experiencia prueba-error, prueba-error, prueba-error, le llevó a seleccionar de su entorno lo mejor para el hombre. Y descubrir en los productos beneficios extraordinarios por alimenticios y nutritivos. Valores deliciosos por ternura y sabor. Capacidades asombrosas por belleza, colorido, perfume, textura. Y también facultades prodigiosas por insólitas y sobrenaturales. Virtudes divinas, con poderes misteriosos e incomprensibles, cuyos efectos extraordinarios adquieren significados inexplicables por milagrosos y reparadores. El mejor ejemplo, el cacao: era “alimento de los dioses” y primera bebida energética de la humanidad. Un tónico antidepresivo y anti-estrés, (la teobromina es un alcaloide) estimulante del sistema central. Mayas y aztecas lo consideraban una bebida deseable para los guerreros y Hernán Cortés nos contó su propia experiencia: “Es una bebida que combate la fatiga y aumenta la resistencia. Una taza de este brebaje permite al hombre caminar un día entero sin ingerir otro alimento”. Hay civilizaciones en Indonesia, como el pueblo batak (en el norte de Sumatra con centro en el lago Toba), que al hecho cultural, de señas de identidad, tradición y costumbres, también añaden a algunos alimentos valores religiosos y espirituales. Este pueblo atribuye al ajo la capacidad de recuperar el alma. ¿Acaso no es excepcional y milagroso? A mí lo que más me inquieta es no saber si la tengo. Y más, ¡cómo la he perdido! ¡Quién me la ha arrancado! Considerando que el alma es el principio sensitivo que da vida e instinto al hombre, es crucial saber que está dentro de mí. Que no se vaya sin yo saberlo, cómo notar su ausencia o cómo saber que la he recuperado. No me digan que no es inquietante. Hoy se cocina para el alma, hay platos "con alma". Platos que llenan el espíritu más allá del estómago. Son como los demás, no se distinguen a simple vista… pero cuando los comes, de repente tienes una sensación única que te desborda el paladar y los sentidos. Texturas y sabores nunca percibidos, piruetas evocadoras y sensuales con capacidad de sorprender por armonía, contraste, complejidad, creatividad… elaboraciones que trascienden el mundo de la cocina, con las que los cocineros quieren acercarse al arte… al alma de sus clientes, porque habitarán en ellos para siempre. Cocinemos y comamos para recuperar el alma. Y a propósito, me voy a forrar a ajos, porque si se ha ido, la recuperaré y si no, la engordaré. Señores de Las Pedroñeras, voy a por ustedes, "me los voy a comer", solos, sin patatas.   Alfredo Franco Jubete.

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