Para no equivocarse en Madrid

Asado de hombre, dulce, tierno, jugoso y rico.

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Ha leído bien, asado de hombre con receta y todo. Parece que su carne es dulce, tierna, jugosa y está rica. Aunque en esto no lo tengo yo tan claro. En otra ocasión leí un día unas crónicas sobre el asunto y decía que un explorador mayor inglés era el más duro que habían comido nunca.
¡Ojoaldato! No estamos abordando el canibalismo desde el abismo y fruto de una hambruna cruel y sin límites que empuja al hombre contemporáneo y culto, a replantearse sus principios y prejuicios, para resolver su supervivencia a base de proteínas de congéneres. Estamos hablando de gastronomía, de cultura de los pueblos, de costumbres y hábitos arraigados en la manera de alimentarse. Hablamos de ritos y tradiciones culturales de pueblos, eso sí, primitivos, con una visión de la jugada rotundamente opuesta a nuestros ojos y nuestras prácticas y costumbres culturales y habituales. [caption id="attachment_31156" align="alignleft" width="200"]cochinillo al fuego los 5 mejores Cochinillo asado.[/caption] Son objeto de nuestro interés aquellos ritos de algunos pueblos primitivos, de tribus indígenas, entre ellas los aztecas, que cocinaban con gusto y ganas a enemigos (también soldados españoles) e integrantes de otras tribus. Así lo describía Bernal Díaz del Castillo, conquistador español que participó en diversos acontecimientos y sucesos de Mesoamérica: “los cocinaban en ollas que sazonaban con ajíes, tomates y sal”. Francisco o Alonso de Aguilar, compañero de Hernán Cortés, que vendió sus importantes bienes para hacerse dominico, nos cuenta cómo “los aztecas cuando cogían un prisionero lo asaban en hornillos y lo comían como un manjar suave”. El explorador británico W.B. Seabrook, que de primitivo no tenía nada, describía en la revista Annales en junio de 1831, que en una expedición en Costa de Marfil, le acompañaban guerreros gueres. Y uno de sus jefes le explicó que “nosotros no comemos más que hombres muertos en combates regulares; pero nunca niños. Nos parece estúpido sacrificar los rebaños de ganado que capturamos al enemigo, teniendo a nuestra disposición tanta carne fresca recién muerta”. ¿Ve qué racional y ponderado? De salvaje nada, puro sentido común. Y en estas andaba Seabrook con los gueres, cuando se decidió y pidió una porción pequeña de carne de nalga humana. Le pareció muy tierna, como de la mejor ternera. Tanto le gustó, que… “solicité que me sirvieran otro pedazo” y pidió la receta. Señal inequívoca de que el guiso estaba muy bueno y era representativo de la cultura gastronómica de ese pueblo. Receta de asado de hombre: Se corta la carne en trozos bastante gruesos, se lava y se salpimienta. Después se envuelve cada pedazo en hojas de árbol frescas. Se sacan de estas en el momento de asar la carne. Ello se hará lentamente humedeciendo a menudo los pedazos de carne en aceite de palma fresca al que se habrá añadido un poco de pimentón rojo. Concluido el asado, preparar una guarnición a base de ñames de mandioca, boniato y bananas, de preferencia no excesivamente dulces. (Christian Guy. “Almanach Historique de la Gastronomíe Française”. Hachette, París 1981). Lo que no sabemos es si el explorador siguió evolucionando la receta de los gueres en esas u otras latitudes. Si fue refinando su paladar e indagando cuáles eran a su juicio los mejores bocados humanos, o simplemente, si estaba de acuerdo con ellos que consideraban: las palmas de las manos, nalgas, costillas y parte alta de los muslos, lo mejor. No obstante, 700 años A de C ya sabían cómo hacer un buen asado para hombres y dioses. Y Homero lo cuenta bien.   “Sacrificaron vacas a Apolo… las despellejaron y cortaron la carne de los muslos y la envolvieron en grasa, una pieza doble bien cortada y coronada con tiras de carne. Y el anciano las quemó sobre leña seca y sobre los cuartos derramó vino centelleante, mientras los jóvenes a su lado empuñaban tenedores de cinco puntas. Cuando hubieron quemado los huesos y saboreado los órganos, cortaron el resto en pedazos, lo traspasaron con espetones, los asaron dándoles la vuelta y los retiraron del fuego". Homero, La Ilíada. Alfredo Franco Jubete,

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