Para no equivocarse en Madrid

El arte de no vender salchichas.

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El arte de no vender salchichas. Me paso la vida visitando establecimientos hosteleros, comiendo, probando, comprando, pero a pesar de todo, a veces hay situaciones que mi razón no entiende. Me he debido perder algo. Hace tiempo me comentaron que una taberna de barrio con cocinero british, unos días a la semana elaboraba platos auténticos de su tierra como el roasted pork o asado de cerdo, y que tenía buenas pork sausages o salchichas de cerdo inglesas casi a diario. Como me aficioné a las salchichas inglesas, en mis rutinarios viajes a Londres durante muchos años, me acerqué salivando por reencontrarme con el sabor añorado. ¡Por fin he llegado! Puede que hasta me coma dos. Una caña por favor, y tras el aperitivo por cuenta de la casa, le pido al camarero la salchicha inglesa. Sí, precisamente hoy las tenemos, pero se dan con el menú. ¿Quiere decir que tengo que comer el menú para comer la salchicha? Si. Es que vengo de "picar cosas" por el barrio y no estoy para sentarme a comer. Lo siento, solo se dan con el menú. Pero yo no le pongo precio, cóbreme lo que considere oportuno. Lo siento pero no es posible. Pues tenga, le pago la caña. Adiós. Un par de semanas o tres después. La una de la tarde. Voy a un restaurante divertido e informal que me han dicho que tiene un singular y buen perrito caliente. Entro al restaurante, está vacío. Buenos días, que me dicen que ustedes tienen un perrito caliente que cundo le comes se ve el cielo… que es magnífico de tamaño y calidad y que venía a probarlo. ¿Tiene usted reserva? No, como pasaba cerca de aquí y es muy pronto, me he acercado. Yo como el perrito y en diez minutos me he ido. Lo siento señor, pero están todas las mesas reservadas. Pero seguro que antes de que entre el primer comensal yo ya me he ido. Lo siento, si quiere se lo podemos hacer para comer en la calle. Y qué hago… si es grande se me va a caer la mitad…y con la bebida que tendré que comprarles en qué mano la llevo. Yo le prometo que no tardo más de 10 minutos. Lo siento, está todo reservado. Y me fui. El primer caso puedo entenderlo algo más, que tampoco. El patrón es British y le ha dado al camarero esas instrucciones y punto. Lo tenía crystal clear… clarísimo vamos. En el segundo, eran camareras, no el dueño, estaban sentaditas y de charleta esperando que llegaran los clientes. Si alguna de ellas hubiese estado interesada en vender, yo habría salido con el estómago lleno y no solo con un perrito. Y si se lo contase al dueño, es probable que le molestase la actitud de sus chicas. Digo yo... Cuántas veces hemos comido todos bajo esta expresión acuerdo: “en media hora tiene usted que dejar la mesa porque está reservada para las tantas”. En fin, que a mí me enseñaron que la venta que hoy no haces, nunca más vuelves a realizarla. Y está bien comprobar que facturar no es lo más importante en tiempos como los que vivimos. Ojo que hago este comentario desde el más profundo respeto por las decisiones de cada cual. No es mi problema aunque lo comente, porque no deja de ser curioso. Aunque si yo regentase cualquiera de los dos establecimientos, hubiera vendido ambas salchichas o dicho de otra manera, no dejaría de hacer una venta por esas razones. Será que no soy no hostelero. ¿Cuál es la moraleja de todo esto? Siempre la misma conclusión. Qué bueno es que no te conozcan. Pasar desapercibido y ser uno más para hacer una guía gastronómica. Es el mejor camino, por no decir el único.   Alfredo Franco Jubete.

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