Para no equivocarse en Madrid

De brandevin… a brandy.

EDITORIALES -TENDENCIAS-, LA BOCA MAGAZINE, TAPAS DE LETRAS











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A finales del XVII comienza a extenderse el consumo de aguardiente puro. Y en la región de Charente, Francia, comienza la destilación importante de este alcohol. Entonces, y reservado solo a navegantes, ingleses, holandeses y escandinavos, comparaban ya el “vin brûlé” o “brandevin”, de donde procede la palabra brandy. Y a propósito… en un gran banquete en Burdeos cuando todavía era príncipe de Gales Eduardo VII, le sirvieron un extraordinario coñac y el alcalde de la ciudad, a su lado, vio cómo el príncipe se tomó la copa “a porta gayola”, de un trago, vamos. Estupefacto le dijo el alcalde: “Alteza, el coñac… se huele, se paladea, se mira al trasluz, se calienta entre las manos… se habla de él…” En fin, qué pena ¿no? Ya no se habla de él ni con él (brandy o el coñac). Cosas de las tendencias… y quizás de no haber sabido hacer el trabajo desde hace ¡tantos años! A propósito, si embotellamos un coñac joven, dentro de 20 años seguirá tan joven, caso de que esté herméticamente cerrado. El coñac no contiene organismos vivos como el vino. Su envejecimiento se debe a lentas transformaciones químicas en contacto con la madera de la bota o cuba. De modo, que por mucho que guarde una botella de brandy o coñac, no va a mejorar. Y si el cierre no es muy hermético, perderá valores.   Alfredo Franco Jubete.

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